martes, mayo 30, 2006

Poemas de María

Poemas de

María Aranguren


Zaquizamí

En la puerta de Aix abren su mercado, los martes.
De lejos parecen las figuras de un desierto, parados en dunas de aire sucio.
El cielo y los buses azules rodean las estatuas y las dunas.

Sobre el piso,
pantalones, camisas, platos rotos, sandalias, pijamas, cinturones,
espejos, tenedores, jarras, estatuillas.

Digo zaquizamí.
Me contestan en árabe y yo no comprendo.
Repito zaquizamí y me responden en griego,
o en armenio,
me lloran en francés:”san eeeeros, m’dame”
En español, insisto,
busco algo para mi zaquizamí.
Responden grandes bocas llenas de dientes sucios y rotos .
Sonríen las grandes bocas con dientes amarillos
y sonríen los ojos oscuros en las manos sucias.
“Dissss eeeeros m’dame, disssss, pa sher, pa sher”
Nada para mi zaquizamí, ni la palabra del profeta,
o un velo para cubrir mis ojos ciegos
desde que no ven el río barroso.




María Aranguren
(versión 10 abril 2006)



Barrancas

Hay un inicio en esta página verde
que sube y baja
no es sólo el recuerdo del parque
al lado del río entre el Rowing y el club Estudiantes
ahí donde mi abuela
me tomaba de la mano
ella con su pierna más
corta
pierna corta , pierna larga
una más corta que otra y mi mano en la de ella
pierna sube
pierna baja
tobogán , subibaja mi preferido
el de la madera oscura que parece un bote
no sube y baja
va hacia delante y vuelve hacia atrás
como la historia
de peces
en corrientes con barro y arena no van arriba y abajo
no buscan la barranca
buscan
una letra en el río
que les enseñe el nombre de sus cuerpos
buscan una piedra donde tallar
su universo
hecho de hebras marrones y de camalotes

Una joven parada en el puerto
seba un mate y piensa
que ese río es un mar y que del otro lado
la felicidad se vende en latas.

María Aranguren










Les Calanques d´en vaux


Las olas vendrán cargadas.
Las madres obstinadas en cerrar sus vientres parirán los hijos del mar.
Hijos llenos de sal, herederos del primer hombre, ignorantes de su memoria, mutilados de silencio.
Hijos afamados de palabra, se irán con el mar al otro lado del mar.
Juntarán sus manos con esposas y todos los brazos, todas las manos serán uno.
Las piernas serán uno, las cabezas serán uno.
Del otro lado, el padre del mar, ha cerrado fronteras, ha levantado muros .
No quiere sus hijos, vive borracho, vestido de cardenal, bebiendo sin sed su desesperación, su rostro desencajado repite el espejo sin cirugía.
El custodio buscará ahogar la mano única hecha cadena de mil manos.
Manos abiertas, manos con cinco dedos, manos con cuatro dedos, manos suplicantes.
El acantilado abrirá en sus entrañas una ventana de piedra.
Y las manos hechas cadenas, colgarán de la ventana, se volverán redes, sujetarán al mar y su bóveda celeste .
El mar pedirá clemencia al juicio de Dios .
El volcán dudará el tiempo de un lamento .
Su furia horneará las aguas
y las manos.


María Aranguren











Disculpame



Disculpame
no traje las tortas fritas
las dejé colgando en la soga
junto a la ropa
necesitaban un poco de aire
no para secarse
más bien para ver el mundo
pensé que así la digestión
podría ser diferente.



María Aranguren











12.000 kilómetros


Puse agua en el medio agua cantidades de agua
a eso agregué aire que pesa pero no demasiado
luego cambié las horas
no olvidé un avión avanzando entre nubes
ni valijas con culpa dolor decepción como relleno
diez kilos de culpa diez kilos de ansiedad


Cuando me asomé a la ventana
los recuerdos no eran los míos
parecían los de Alicia
en el país de las
Maravillas

No fue traición
ni siquiera queda
un héroe escondido
¿dónde te perdí
Martín Fierro?


María Aranguren





Les Calanques de Marseilleveyre

Los acantilados mienten.
Yo no había venido a buscar la verdad.
Ellos, en el día se muestran blancos y hasta lo dicen a quien
quiera oírlos: somos inmaculados.
Mienten.
Lo he comprobado
nos engañan en el paso del caminante
nos llevan por senderos del desierto y repiten el grito de Ulyses.
Nosotros, desarmados, salimos en su busca
pero los que gritamos tampoco somos nosotros
grita el Grito, en nuestro grito

Ellos los acantilados saben que son infieles
y no merecen el blanco
nosotros somos infieles y sólo merecemos el grito
cuando el mar lo reclama, nuestro grito tiene sed
y cuando es el viento
el eco desvanece la razón

Salvo cuando el mistral se vuelve hombre
baja violento desde la montaña, toma con sus manos el Ródano, nada detiene su camino
los hombres ya no buscan a Ulyses en su grito
se esconden en sus casas, no comen, no duermen, olvidan el gesto de la caricia, sus ojos se vuelven fuego
el mistral termina su cópula con los acantilados
el mediterráneo recoge su manto e ignora al moribundo.

El grito desaparece indolente.
el hombre vive la aridez de la vida sin grito
los acantilados reinan
vestidos de tiza
solos
soberbios.
María Aranguren








Pasaje


nostalgia:
la foto en blanco y negro

Buenos Aires y el puerto

Uxmal en el vientre
de una india

Los pies descalzos acarrean
leña en San Cristóbal de las Casas

Detienen autos
a la entrada del pueblo
hay que dar una limosna
al obrero

No recojo
lágrimas de otros hombres
si apenas
la luz reconoce el día
el foco no alcanza a explicarte.


María Aranguren







Me escondí detrás de los sauces llorones
unos hombres vestidos con ropa de trabajo
fumaban y reían, el día con la rutina de una escoba en la mano
escoba limpia, limpia escoba
sobre la playa no había nadie
el viento vendría al día siguiente
para inflar las velas

hace calor en el mes de julio
los lapachos en el parque y en la avenida
Rivadavia
arden en rosado
vendrá el viento a inflar las
velas?

y cantan los chicos de la calle
sin escuela ni cartones
la madre dice
no sé que haré cuando te vayas
la arena se vuelve pantano
y los pies quedan atrapados en el barro
enterrados junto al túnel
ya no vendrá el viento a inflar
las velas

La valija está casi
lista, con la yerba para el mate
falta el dulce de leche
el dulce de leche de la cooperativa
quedó olvidado en la heladera de juani

y mañana es fiesta
y mañana es fiesta todo el día.

María Aranguren









Prometeo


Caigo
caigo
estrepitosamente
estoy sentada en mi silla
no tengo donde agarrarme
horrible
caigo,
sostenme
piedra que arrojó la montaña
sosténganme órganos vitales
estómago, intestino, útero
no aflojen
inflen su aire
llénense de azúcares y cristales
carguen mis cavidades
de eso estoy hecha
de espejos
erráticos
que fáciles
se quiebran.


María Aranguren

















anoche me caí muerta.
así
Muerta
no era un sueño
me dije ya está no es tan grave quizás hasta no importa
entonces grité fuerte grité fuerte
para que alguien me sacara del vientre
María me dije
no queda otra
deberás nacer de nuevo.



María Aranguren

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hola Maria,
soy Esther Lapeña de la revista poética 13Trenes.
Me han gustado mucho tus poemas y me gustaría invitarte a colaborar en algún número de la revista.
Si te animas a subir a bordo, escríbeme a trecetrenes@yahoo.es o consulta nuestro blog (trecetrenes.blogspot)y te comento más despacio de que trata nuestro proyecto editorial.
Gracias por tu atención, un abrazo.

3:35 p. m.  

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