martes, mayo 30, 2006

Poemas de Mario

poemas de

Mario Rodríguez


Zaquizamí

No fue sino muy tarde
que supe
el significado de zaquizamí:
“desván” señala el Larousse,
“bohardilla” dice otro diccionario.

Si utilizas la palabra
se transmuta en poema
en resplandor
en trastienda de nuestros destinos.
Y todo se vuelve definición.

Mario Rodríguez






Campo de Amapolas
(Epígrafe de un cuadro de Monet)

Surgiendo de la escena
desnuda la mañana
ellas
en lo alto de la colina.

Y flotando en la luz
es seda su avanzar sobre los prados.

Un soplo en las corolas.
Y el vago temblor de la nube
sobre los rostros
se esconde
la juventud del día, del sueño, del rocío.

Mario Rodríguez






Himnos

Himnos de plenitud
en la que fue patria del mundo.

Bajo este sol corintio
entre mirtos y acantos
hurgo en el follaje de las nubes
altivas estirpes de dioses
pasos del tiempo
cantos sagrados.

Y en una travesía por cielos y cristales
descifrar
en el vuelo de los pájaros
el llamado de esa isla que me sueña.

No te vayas, extranjero
no te vayas.
Y en la distancia de la memoria
las augustas colinas
sus mármoles de luz.

Mario Rodríguez



Aquello

Aquello vino en las páginas de un libro

Al principio
luz de música azul rasga las celosías
y seca el jazminero más hermoso.

Pero en las noches.

Pero en las noches
junto con los gemidos
en vaguedad de sombras
algo repta en el aire, en las paredes
y empurpura el agua del aljibe.

A la hora del muecín
nada detiene la danza de los alfanjes.

Cuando el libro ardió
los pobres locos habitantes de la casa
nunca fueron hallados.

Mario Rodríguez





Lunes

En este insoportable día lunes
me sobran diez minutos;
y debo acudir
a ese lugar que no deseo.

Pero eso no lo sabe
el conductor que oprime la bocina
el niño riendo a lo lejos
ni ese perro que me mira indiferente.

El mismo parque. Las mismas campanadas
hoy con su son tiránico y preciso.
Clamores. Campanas.
Y me encamino
inmerso
en lo amargo y eterno del instante.

Mario Rodríguez





A veces la Belleza

A veces la Belleza
hunde dagas de seda
a sus adoradores.

A veces la Belleza
flota falaz
sobre el elegido;
reina de sus dominios
suelta sus jaurías
y sonríe.

A veces la Belleza
se presenta hechicera:
encandila
insaciable
al extranjero que se acerca.


Mario Rodríguez






La Muerte

La muerte es una fresca noche
y ocupa la silla de al lado.

Envuelta en el silencio
altiva de otro mundo
aparece de pronto
a confundirse con tus sueños
a iniciarte en su soledad de estrella.

No la temas.
Tranquilo.
No te turbe su nombre.
Algún día
tendrá tus ojos.

Mario Rodríguez







Pangue Lingua

Himnos litúrgicos
traspasaron esa niñez
cuando eran un vértigo de luz
y de oro
los altares
cuando un ángel secreto
guardaba en música las plegarias
y bendecían
campanas.

Y circundando
el ala oscura del pecado.

Furtivamente hoy
regresan
las nobilísimas visiones
toda frescura
unción
inocente alborozo.

Mario Rodríguez






Confines

Vaga entre los confines de la tarde
cuando nace quietud en las persianas
y tras los pliegues de la resolana
se funden voces sin color ni alarde.

Ahora que no tiene quien le aguarde
con miradas detrás de la ventana,
en que todo es igual, hoy o mañana,
calla su desazón: sólo el cielo arde.

Y con pausas de niebla y desaliento
despereza sus gestos sin historia
sobre el alto sillón descolorido,

mientras se va la luz de ese momento
como cauce sutil que a la memoria
arrastra todo sueño y todo olvido. (*)

Mario Rodríguez
(*) Borges.








Epidauro


Bajo el azul eterno
nubes circundando el espacio
y graderías que aprisionan soles.

Pinos y encinas mueven
un coro de palabras petrificadas
y la sombra de Agamenón
cruza los deslindes del tiempo.

Las horas casi música
el cielo suelta sus pájaros
y una lagartija entre las grietas
cree oír
las imprecaciones del viento.


Mario Rodríguez







Asís

Hoy vi a la monja más hermosa
de toda mi vida.
Y en un olvido del Giotto
de la campiña toscana
de la basílica toda del poverello
sólo resta
el haber cruzado nuestros pasos
en esa calle medieval.


Mario Rodríguez






Magdalena


Nace música
nacen perdidas juventudes
de la taza de tilo
en que se desvanece
la esencial magdalena
cuando las lámparas transparentan la noche
en el salón de los Guermantes.

Y pasan rostros
gestos de cortesía
conversaciones iniciadas
se van quedando en los espejos.

Al amparo de su sonata
Odette y Swann
reinventan aquella estación de amor
trama de celos y paraísos
de tibios vértigos
y nostalgias.

Desde el jardín
el diálogo de silencios de las lilas
todo lo irá desvaneciendo
mientras alguien
en la penumbra de un cuarto asfixiante
escribe
la semilla de los años.



Mario Rodríguez


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